ALEGRÍA EN ABUNDANCIA



“Ese día, no necesitarán pedirme nada. Les digo la verdad, le pedirán directamente al Padre, y él les concederá la petición, porque piden en mi nombre.
No lo han hecho antes. Pidan en mi nombre y recibirán y tendrán *alegría en abundancia*.” (Juan 16:23-24)

La oración es una idea de Dios. Sin ella inhibimos que Su propósito se cumpla en nuestra vida y que seamos frágiles a los embates del enemigo.

Por ello Dios mismo es el que nos invita a orar, y esto te debe inspirar a hacerlo; comprendiendo que lo más precioso de la oración es fortalecer nuestra relación con el Padre y recibir sus respuestas.

Hay personas que están tan acostumbradas a orar sin recibir respuestas que ya han perdido su confianza en la oración.

La cuestión es “¿Cómo se debe orar?”. En el Nuevo Testamento oramos en *el Nombre de Jesús.*

Podemos pedirle al Padre cualquier cosa en el Nombre de Jesús, y Él nos lo da.

Cuando oramos en el Nombre de Jesús estamos
interviniendo en lugar de Jesús, por lo que no tiene sentido orar a Jesús en su propio Nombre.

Por otra parte, cuando pedimos u ordenamos en el Nombre de Jesús que algo suceda, no se trata realmente de una oración, sino más bien del ejercicio de nuestra autoridad en Su nombre.

Así pues, la oración tiene el propósito de causar cambios. Por medio de la oración, puedes producir cambios bien concretos a tu favor en el plano espiritual.

Por eso Jesús dijo que los hombres deben “orar siempre, y no desmayar”.

*Esto significa que debes orar de manera continua y perseverante; porque, cuando lo haces, causas la manifestación de un gran poder a favor de las obras de la justicia de Dios*

Por medio de la oración hacemos que la voluntad de Dios sea así en la tierra como en el cielo, y tendremos siempre *alegria en abundancia!*