EL DON DE SU NOMBRE


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Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré. (Juan 14:13-14).

El Señor Jesús nos ha concedido autoridad para usar su Nombre.

Ese Nombre es tuyo, y ahora tienes autoridad legal para usar el Nombre de Jesús, y todo lo puedes en su Nombre.

Antes de su ascensión, Jesús dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-19).

Toda autoridad en el cielo y en la tierra le ha sido dada a Jesús.

Todo lo que existe en este mundo y más allá está sujeto al Nombre de Jesús.

El día que naciste de nuevo dejaste de vivir en tu nombre; heredaste el Nombre de Jesús, y ahora has de vivir en su Nombre, con su autoridad y manifestando su carácter.

Tus palabras son portadoras del mismo poder y autoridad que las de Jesús.

Su Nombre tiene poder en todas partes: tiene poder sobre todo gobierno, demonio, principado y potestad.

Usa ese Nombre. Muchos piensan que es un nombre con el cual concluimos nuestras oraciones; pero es mucho más que eso.

La Biblia dice: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13-14).
Aquí estaba refiriéndose a usar su Nombre de manera instrumental; es decir, para decretar - en su Nombre - que algo suceda.

Esto es lo que hizo Pedro con aquel hombre paralítico que estaba en la puerta del templo llamada La Hermosa. Pedro dijo: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”; y a continuación tomó a aquel hombre por la mano, le levantó y sus tobillos se afirmaron.

La Biblia dice: “Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios” (Hechos 3:8). ¡Asombroso!

En Hechos 3:16 y 4:9-10, Pedro declaró que el Nombre de Jesús había sido el que había realizado aquel milagro. ¡Bendito sea Dios!

Tienes el don más grande de todos los tiempos: el don del Nombre de Jesús. Úsalo a diario y en todas partes.

Cuando pides que algo suceda en su Nombre, Él lo hace, pues suyo es el poder. ¡Gloria a Dios!