LA FE Y LA PACIENCIA



“Hermanos míos, tengan por sumo gozo cuando se encuentren en diversas pruebas sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia”(Santiago 1:2-3).

En ciertas circunstancias difíciles, hay quienes creen que necesitan una rápida intervención divina, y se ponen inmediatamente a orar. Pero cuando, al cabo de algún tiempo, nada parece cambiar, se llenan de temor.

Esto es característico en situaciones en las que existe una fecha límite. Esa fecha límite se acerca más y más, hasta ser inminente, pero nada parece haber cambiado.

Cuando te encuentres en una situación semejante no desesperes, recuerda que en ese tiempo de espera Dios también esta perfeccionando tú carácter.

Sé paciente. La fe y la paciencia pueden parecer dos virtudes opuestas, pero operan muy juntas. Siempre la prueba de nuestra fe produce paciencia.

A veces, las cosas que esperas o deseas que sucedan rápidamente, no ocurren por una razón: la falta de paciencia.

Tienes que entender el poder de la paciencia, y aplicarlo en tu fe. Cuando expresas fe, también debes demostrar paciencia.

No necesitas apresurarte, ni ponerte nervioso. Demasiadas personas se inquietan e incluso se enojan cuando tienen que enfrentarse a adversidades; y, al hacerlo, se desvían del plan de Dios. Las pruebas son una bendición; son el trampolín para tu promoción.

En este mundo hay aflicciones y tribulaciones; pero eso no quiere decir que vayas a ser derrotado. Toma el control.

La fe es paciente, confiada, y nunca se inquieta cuando se pone a prueba; más bien, es imperturbable.

En 1 Pedro 1:6-7 nos dice que nuestra fe, que es mucho más preciosa que el oro, tiene que ser probada. Si el oro resplandece cuando es refinado por el fuego, aún más nuestra fe. Debe ser fuerte y ardiente, sean cuales sean las circunstancias.

Así pues, niégate a inquietarte, porque en todas las cosas, Dios obra para bien y somos más que vencedores. ¡Gloria a Dios!