LA ASCENSIÓN Y REGRESO



“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos” (Hechos 1:9).

La ascensión de Jesús es un tema que la Iglesia no ha tratado lo suficiente. Hemos hablado mucho a propósito de su resurrección, porque es tan importante.

De hecho, la resurrección es el nacimiento del cristianismo. Pero su ascensión es un evento extraordinario, que tuvo lugar tras su muerte. Por primera vez en la historia humana, un nombre ascendió físicamente a la presencia de Dios, haciéndonos así comprender que hay vida más allá de este plano terrenal.

Jesús no se desvaneció, ni desapareció. Él levitó en su cuerpo físico glorificado. Hasta entonces, sus hermanos terrenales no creían verdaderamente en Él. Le habían escuchado predicar, y habían visto sus milagros; pero algo que no aceptaban era su afirmación: “yo soy de arriba” (Juan 8:23). ¿Cómo podía ser, cuando Él había vivido todos aquellos años con ellos? - se debían preguntar.

Pero su ascensión lo cambio todo. Ya no había lugar a más especulaciones sobre su origen divino. Sus discípulos, su madre y sus hermanos estaban allí, y le vieron levitar y ascender hasta irse de este mundo. Ante sus mismísimos ojos, Jesús ascendió más allá de las nubes. Fue entonces cuando comprendieron que aquel hombre con el que habían crecido, era verdaderamente el Hijo de Dios.

Hechos 1:10-11 dice: “Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué están mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de ustedes al cielo, así vendrá como le han visto ir al cielo”.

Así es, muy pronto tendrá lugar la última reunión en la Iglesia, donde sus escogidos ascenderán a los cielos para encontrarse con Cristo; y la predicación del evangelio habrá concluido para siempre.

 “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Ésta es la esperanza de todo cristiano: nuestra vida con Él por la eternidad. La Biblia dice: “...todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:3).