SALUD DIVINA



“Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (Juan 3:27)

Hay muchas personas en el mundo de hoy que no parecen tener ningún problema de salud, hasta que se someten a un chequeo médico. Para su sorpresa, el doctor les diagnostica una diabetes; y, repentinamente, esa noticia cambia sus vidas. Y el sufrimiento comienza. Esas personas tenían buena salud, hasta que recibieron el diagnóstico médico. Pero verás, las pruebas médicas podrán mostrar una situación; pero es Dios el que comunica la verdad.

La verdad de Dios acerca de tu salud es: “Si Cristo mora en ti, aunque tu cuerpo se vea afligido por una enfermedad o dolencia; el Espíritu Santo, que vive en tu cuerpo, lo inunda de vida divina, y te libra de toda enfermedad”.

 ¡He nacido de Dios! ¡Soy una nueva criatura en Cristo! Como hijo de Dios tengo la vida eterna de Dios; y en esta vida yo declaro que soy inmune a cualquier enfermedad.

Incluso si naciste con una enfermedad de la sangre o del corazón; todo ha cambiado, porque la Biblia dice: “...si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios...” (2 Corintios 5:17-18). Esa vida anterior o naturaleza que estaba enferma ha sido reemplazada por la vida eterna de Dios. Además, la Biblia dice: “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:17). ¡Jesús lo consumó!

Él ya se llevó todas las enfermedades y dolencias lejos de ti. Disfruta pues de la salud divina. No afirmes que tienes ningún tipo de enfermedad; pues la enfermedad, ya que no son de Dios. Eres una nueva criatura, por lo que todo en tu vida es nuevo, y proviene de Dios. Recuerda, lo leímos en 2 Corintios 5:17-18.

La Biblia dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…” (Santiago 1:17). Y la escritura de inicio, que leímos con anterioridad, nos dice que: “No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo”. Las enfermedades, las dolencias, los fracasos, la escasez y la debilidad No provienen de Dios. Tales cosas no vienen del cielo. Por lo tanto, no las aceptes.

Todo lo que es de Dios es puro, es perfecto y es reflejo de su sabiduría divina. Si duele, si daña u oprime, o si trae tinieblas y confusión, entonces no es de Dios. Y si no es de Dios, recházalo en el Nombre de Jesús. Acepta en tu vida y aprópiate solo de aquello que sea coherente con las provisiones del Evangelio y la perfecta voluntad de Dios para ti.

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